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Cómprese un abrecartas

  • Writer: Federico de la Riva
    Federico de la Riva
  • Apr 14, 2024
  • 3 min read

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Querido Consumidor: 


Esto es una carta. Tal vez a usted, my late millennial, le parezca obvio. Pero recuerde: esa generación que nos respira en la nuca y su aire es fresco y de menta (a diferencia de aquellos que nos respiran de frente y su aire lleva la frescura de un hospital) nunca ha recibido una carta en su vida. Ni la recibirá.

Usted, como yo, recuerda esa emoción de ver escrito en letra ajena el propio nombre, dar vuelta el sobre para leer el remitente, desenvolver ese origami rústico, un papel en posición fetal que se desarrolla ante nuestros ojos como la mariposa que sale del capullo (recuerde lo que ya dijimos de las mariposas). Y leer. Por supuesto, leer.

Decía, esto es una carta. Claro, para abrirla no ha hecho falta más que el filo helado de un click, la punta de la flecha del cursor y no el bronce forjado, mineral de la entraña de la tierra (su cursor nada sabe de forjarse, su elemento más puro no existe), del abrecartas que hoy le traigo. La mayoría de las cartas que Ud. recibe no existen en el plano real. Por eso usted está en todo su derecho de preguntarse: ¿para qué quiero un abrecartas? 

Y yo le respondo: para las que aún recibe. 

Imagine el roce de la lengua fría del filo abriendo el sobre que contiene su boleta de electricidad. Lea con cuidado esa medida inventada que le cuenta la vida en momentos de luz (la oscuridad es tan liviana que ni vale la pena una unidad de medida). Los kilos que baja, los mililitros que llora, los gramos que barre todos los días. Lea cómo le están contando la vida de a poquito: Atentamente, Edenor.

Imagine este cuchillo quieto (nacido no para degollar el papel sino para acompañar la ondulación de sus fibras) moviéndose lentamente por el borde del sobre abriendo un mensaje del consorcio. ¿Qué le dice? Que algún día un fumigador (que usted no sabe si conoce porque siempre lleva máscara) va a venir a su casa a repetir su coreografía de azafata que señala con un beso la salida de emergencia. ¿El baño? le pregunta entrando al baño, porque esa es su señal de decencia. O será que el consorcio le dice de esa reunión (que es la misma reunión de siempre, de todos) a la que no habrá de asistir nunca. 

Imagine este bisturí (recuerde: la tinta no es sangre, nunca valdrá tanto la pena) recorriendo la piel de un sobre. Cualquier sobre. 

Las cartas se extinguen con nosotros. Como todo lo vivo. Si hace silencio podrá escuchar el crepitar de los bosques (recuerde: el papel nunca deja de ser árbol).


La nuestra es la última generación que tendrá el recuerdo de haber recibido una carta. Qué mejor que tener este amuleto de su lado.


 Este abrecartas, así, habrá abierto las suyas. 


Atte.

Un remitente sin postdata.






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Federico de la Riva nació el 5 de noviembre de 1984 en Buenos Aires, pero creció en un pueblo muy chico en La Pampa. Publicó los libros de poesía Diccionario Poético Rural (2017 por la editorial El Ojo del Mármol), Siestario (2019, por Salta el Pez), Maleza (2020, por El Vendedor de Tierra y presentado en el 2022 en el Museo Sívori). Su cuarto libro, La persistencia de las moscas, se publica este año en Salta el Pez.



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