"Un lugar limpio y bien iluminado" de Ernest Hemingway
- Mora Monteleone

- Jan 8
- 6 min read
"A Clean, Well-Lighted Place" (1933)
Traducción de Mora Monteleone
Era tarde y todos se habían ido del café salvo un anciano que estaba sentado a la sombra que hacían las hojas de un árbol bajo la luz eléctrica. De día la calle era sucia, pero a la noche el rocío asentaba el polvo y al viejo le gustaba sentarse ahí tarde porque era sordo y a esta hora había silencio y él notaba la diferencia. Los dos mozos del café se daban cuenta de que el anciano estaba un poco ebrio, y aunque era un buen cliente sabían que si tomaba demasiado se iría sin pagar, así que lo controlaban con la mirada.
―La semana pasada trató de suicidarse ―dijo uno de los mozos.
―¿Por qué?
―Estaba desesperado.
―¿Por qué?
―Por nada.
―¿Cómo sabés que era por nada?
―Porque tiene muchísimo dinero.
Estaban sentados uno al lado del otro en una mesa próxima a la puerta del café y miraban hacia la terraza donde las mesas estaban vacías excepto por la del viejo sentado a la sombra de las hojas que se movían ligeramente por el viento. Una chica y un soldado pasaron por la calle. La luz del farol brilló sobre el número de cobre que llevaba el hombre en el cuello del saco. La chica iba sin abrigo y caminaba apurada a su lado.
―La Guardia Civil se lo va a llevar ―dijo uno de los mozos.
―¿Qué problema hay si consigue lo que busca?
―Sería mejor que se fuera ahora. Los guardias se lo van a llevar. Pasaron hace cinco minutos.
El viejo sentado a la sombra golpeó su platito con el vaso. El mozo más joven se le acercó.
―¿Qué desea?
El viejo lo miró. ―Otro coñac ―dijo.
―Se va a emborrachar ―le dijo el mozo. El viejo lo miró. El mozo se fue.
―Se quedará toda la noche ―dijo a su compañero―. Tengo sueño. Nunca puedo irme a la cama antes de las tres de la mañana. Debería haberse suicidado la semana pasada.
El mozo agarró la botella de coñac y un pequeño plato del mostrador que estaba en la parte interior del café y fue a la mesa del viejo. Puso el plato sobre los otros que estaban en la mesa y llenó la copa de coñac.
―Debería haberse suicidado la semana pasada ― le dijo al viejo sordo. El anciano hizo un movimiento con el dedo. ―Un poco más ―murmuró. El mozo terminó de llenar la copa hasta que el coñac la desbordó y se deslizó hasta llegar a la pila de platos. ―Gracias ―dijo el viejo. El mozo volvió con la botella adentro del café. Se sentó nuevamente en la mesa con su compañero.
―Está borracho ―dijo.
―Está borracho todas las noches.
―¿Por qué quiso suicidarse?
―¿Cómo puedo saberlo?
―¿Cómo lo hizo?
―Se colgó con una soga.
―¿Quién lo bajó?
―Su sobrina.
―¿Por qué lo hizo?
―Temió que se condenara su alma.
―¿Cuánto dinero tiene?
―Muchísimo.
―Debe tener ochenta años.
―Yo también diría que tiene ochenta.
―Me gustaría que se fuera a su casa. Nunca puedo acostarme antes de las tres. ¿Qué hora es esa para irse a la cama?
―Se queda porque le gusta.
―Él está solo. Yo no estoy solo. Tengo una esposa que me espera en la cama.
―Él también tuvo una esposa alguna vez.
―Ahora una esposa no le serviría de nada.
―No sabés. Quizás estaría mejor con una esposa.
―Su sobrina lo cuida. Dijiste que le había cortado la soga.
―Ya sé.
―No me gustaría ser tan viejo. Un viejo es una cosa asquerosa.
―No siempre. Este viejo es limpio. Toma sin volcarse el líquido encima. Incluso ahora, borracho. Miralo.
―No quiero mirarlo. Quisiera que se fuera a su casa. No tiene ninguna consideración con los que tienen que trabajar.
El viejo movió la mirada de su copa hacia la calle y luego a los mozos.
―Otro coñac ―dijo, señalando su copa. El mozo que estaba apurado por irse se le acercó.
―Terminado ―dijo, hablando con esa omisión de la sintaxis que la gente estúpida usa cuando le habla a los borrachos o a los extranjeros―. No más esta noche. Cerrado ya.
―Otro ―dijo el viejo.
―No. Terminado ― el mozo limpió el borde de la mesa con una servilleta y movió la cabeza de lado a lado.
El viejo se puso de pie, contó lentamente los platitos, sacó del bolsillo un monedero de cuero y pagó las bebidas, dejando media peseta de propina.
El mozo lo miraba mientras salía a la calle, un hombre muy viejo caminando inestablemente pero con dignidad.
―¿Por qué no lo dejaste que se quedara y siguiera tomando? ―preguntó el mozo que no estaba apurado. Estaban bajando las puertas metálicas―. Todavía no son las dos y media.
―Quiero irme a la cama.
―¿Qué diferencia hace una hora?
―Mucho más para mí que para él.
―Una hora no cambia nada.
―Hablás como un viejo. Puede comprar una botella y tomársela en su casa.
―No es lo mismo.
―No, no lo es ―admitió el mozo que tenía esposa. No quería ser injusto. Sólo estaba apurado.
―¿Y vos? ¿No te da miedo llegar a tu casa más temprano que de costumbre?
―¿Estás tratando de insultarme?
―No, hombre, solo hacer un chiste.
―No ―dijo el mozo que estaba apurado, mientras se enderezaba después de asegurar la puerta metálica―. Tengo confianza. Soy todo confianza.
―Tenés juventud, confianza y un trabajo ―dijo el mozo de mayor edad―. Tenés todo.
―¿Y a vos qué te falta?
―Todo menos el trabajo.
―Tenés todo lo que tengo yo.
―No. Nunca tuve confianza y no soy joven.
―Vamos. Dejá de decir pavadas y cerrá.
―Yo soy de esos a los que les gusta quedarse hasta tarde en el café ―dijo el mozo de más edad―, con todos los que no quieren irse a la cama. Con todos los que necesitan luz por la noche.
―Yo quiero irme a mi casa y meterme en la cama.
―Somos dos tipos distintos de personas ―dijo el mozo de más edad. Ahora estaba vestido para irse a la casa―. No es sólo una cuestión de juventud y confianza aunque esas cosas son muy hermosas. Cada noche me resisto a cerrar porque puede haber alguien que necesite el café.
―Hombre, hay bares nocturnos abiertos toda la noche.
―No entendés. Este es un café limpio y agradable. Está bien iluminado. La luz es muy buena y además, ahora, las hojas hacen sombra.
―Buenas noches ―dijo el mozo más joven.
―Buenas noches ―dijo el otro. Mientras apagaba las luces continuó la conversación consigo mismo. Es la luz, por supuesto, pero es necesario que el lugar esté limpio y sea agradable. No querés música. Definitivamente no querés música. Tampoco podés pararte frente a una barra con dignidad aunque eso sea todo lo que se provee a estas horas. ¿De qué tenía miedo? No era temor ni miedo. Era una nada que conocía demasiado bien. Todo era nada y un hombre era nada también. Era solo eso y todo lo que se necesitaba era luz y cierta limpieza y orden. Algunos vivieron dentro de eso y nunca lo sintieron pero él sabía que todo era nada y pues nada y nada y pues nada. Nada nuestra que estás en la nada, nada sea tu nombre, venga a la nada tu reino, sea nada tu voluntad así en la nada como en la nada. Danos la nada nuestra de cada día y perdona nuestras nadas como también nosotros perdonamos a nuestras nadas, y no nos dejes caer en la nada mas líbranos de la nada; pues nada. Ave nada llena eres de nada, la nada está contigo. Sonrió parado frente a una barra con una cafetera a presión brillante.
―¿Qué le sirvo?― preguntó el barman.
―Nada.
―Otro loco más ―dijo el barman y le dio la espalda.
―Una copita ―dijo el mozo.
El barman se la sirvió.
―La luz es brillante y agradable pero a la barra le falta una pulida ―dijo el mozo.
El barman lo miró fijo pero no respondió. Era demasiado tarde como para conversar.
―¿Quiere otra copita? ―preguntó el barman.
―No, gracias ―dijo el mozo y salió. Le disgustaban los bares nocturnos y las bodegas. Un café limpio, bien iluminado, era algo muy distinto. Ahora, sin pensar más, volvería a su casa, a su cuarto. Se acostaría en la cama y finalmente, con la luz del día, se dormiría. Después de todo, se dijo, probablemente solo sea insomnio. Muchos deben padecer lo mismo.

Mora Monteleone nació en Buenos Aires en 1993. Es Licenciada en Letras (UBA) y se formó en artes escénicas. Escribió y dirigió varios espectáculos, como “Fiesta en el jardín” (2022 y 2023 en el Centro Cultural San Martín y tercera temp. en Timbre 4), “Último piso” (2018, Centro Cultural Recoleta), “Las fuerzas extrañas” (2018, Bibliotecas Ciudad de Buenos Aires), “Una habitación así” (2017 en Club Cultural Matienzo y en Espacio Sísmico), entre otros.
También es actriz y productora teatral y generalmente trabaja de eso.




